jueves, 8 de julio de 2010

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Siento la simpleza de la soledad y no puedo más que pensar lo peor. Me tienta recorrer caminos apagados y saborear la nostalgia de alguna iridiscencia. Y mientras acoto el tiempo, un vaho de impurezas se agolpa en mi cabeza. Insisto en sostener la inercia, un efluvio de claroscuros que finalmente se trueca en una canción de cuna. Adormecido en esa tranquilidad de niebla siembro una cosecha de hiel. Y sin embargo me relajo gustoso en una perpetuidad de grises. Tal vez logre creer en la infinitud del cuerpo y apoderarme de una eternidad de espuma. Tal vez logre cambiar el tiempo y convertir el hastío en una claridad de cambio. Reencontrar la sensualidad de un cuerpo y arrullar un canto violáceo de primaveras y mares.

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Me orquesto en la solidez del hierro, y consecuentemente me enfrío. En la rigidez misma en que me pierdo no puedo más que romperme. Caigo en fractales, me deshago en fragmentos.
Suspiro en la ausencia de las gracias, y no hallo conforte en las pléyades, ni regocijo en las caricias de las ninfas. Sólo reconozco el peso de las Horas y el ritmo descarnado en el que marcan la prosecución de un tiempo, mi tiempo.
Tiemblo con los pasos de las moiras que se acercan burlonas agitando tijeras. Consortes dantescos de un partenaire de aire.
No puedo negarme a la bestia habiéndole ya entregado el miedo. Y me dispongo a una danza de hastío y niebla. Prolongación de un instante muerto, indefinido, que enciende un goce de náusea y oblación.

45

Una lógica trémula de angustias y de faltas.

Un preámbulo acotado de demandas y exabruptos.

Cegueras y entrecortes.

Desborde soportado en la virtud del malentendido.

...

Movimiento encaramado en la ligereza del viento.

Solaz penumbra de un recorte prudente y tenaz.

Caricatura del tiempo… de un tiempo mordaz…

punto y contrapunto de un encuentro.