jueves, 24 de julio de 2008

esperanza(des)esperanza

Embravecido corro hacia la puerta, algo me dice que es importante. Tomo el picaporte entre mis dedos y como un haz de luz, los recuerdos se agolpan en mi cabeza. Te veo jugando a la deriva con mi cuerpo, haciendo suspiros con mi aliento. Siento las caricias con el alma.
Reías, por entonces reías mucho, pero después no, como si el vicio de la alegría te hubiese consumido las muelas y recobrado el juicio. Dejaste de quererme con entusiasmo y comenzaste a mirarme con veleidad. Quizás también yo deje de abrazarte con impaciencia, quizá.
Ansié tanto tiempo volver a mojar mis ojos con tus lágrimas, a gozar con tus jadeos, a mirar mi reflejo en tu sombra, a sentirme vivo en tu presencia. Busque, te busque, pero solo encontré necedad y desidia, oportunidades para congelar volcanes, pero nunca el apasionante eco de tus carcajadas, tal vez no supe escuchar, tal vez. Como haya sido me confundió la indolencia, la apatía. Deje de mirarme y desaparecí. Todo el tiempo caminando en túneles obscuros, desdichados, húmedos de tristeza, sin principio ni final. Pero hoy el timbre de mi puerta me asegura el fin del recorrido, veo luz y te espero, como lo he estado haciendo. Se que regresas a cargar el aire de miradas y las paredes de sonrisas, se que si. Vuelvo a mirar mi mano temblorosa sujetando la puerta de mi cueva y desesperadamente ansioso (y feliz) abro y saboreo el latigazo de aire sobre mi rostro vuelto a iluminar y aprovecho a refrescar mis mejillas tan cargadas de recuerdos, al mismo tiempo que cierro los ojos para disfrutar tanta complacencia y quizás también para despedir mí angustia. Ya puedo sentir el ruido de la calle.
Abro mis ojos.
Mis pupilas y mi esencia se impactan con un rostro conocido…la soledad. Nadie esperaba tras la puerta, nadie con ecos de carcajadas en los bolsillos, ni con rimas de jadeo entre los dedos. Nadie que supiera amar con impaciencia ni reír hasta el desquicio.
En fin, nadie.
Agachando mi cabeza con la pesadez del universo me dirijo nuevamente al rincón humedad e inapetencia.
La puerta al cerrarse ya no suspira sobre mi, se vuelve incontinente y vomita verdades en mi espalda.
El golpe acaba por derrumbar los pocos recuerdos que aun se esfuerzan por convencer a mis oídos de que tal vez o de que quizás. Una vez en silencio retomo mi rutina de nostálgico y abrazo mi depresión para sentirme vivo…aunque sea por un tiempo.

No hay comentarios: