martes, 31 de enero de 2012

Hablemos del elefante..


El elefante estaba ahí, y me miraba fijo a los ojos. Parecía negar una ocurrencia real, pero la trompa veraz enmarcaba la asunción de un incuestionable. En cada meneo arqueaba la posibilidad de la duda. No hablar de elefante, me dijeron, supone la promiscuidad sostenida de argumentar contra la nada, una evidencia clara de la tozudez de sentido. Pero armonizar el sentido con la transversalidad del terror implica un juego aritmético, que antes de ser poco claro es más bien inexistente.  Planteando un argumento consistente que sugiera no terquedad o miedo, sino precaución y esperanza de mejor resultado, permitimos a la mula patear al elefante un poquito más pa’ después. Que no se diga que por falta de tesón es que uno quita lo que quita, más bien que se cuente que por precavido el señor eligió otro juego y, por supuesto, ganó. Porque si poner el cascabel al gato es muestra de destreza, pocas veces se habrá intentado acascabelar un paquidermo. Que de pacifico temperamento se jacta, pero poca ganas tiene uno de escucharlo protestrar…

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